Los aminoglucósidos son un grupo de antibióticos que se utilizan principalmente para tratar infecciones bacterianas graves. Estos antibióticos actúan interrumpiendo la síntesis de proteínas en las células bacterianas, lo que provoca su muerte.
Algunos ejemplos comunes de aminoglucósidos incluyen la estreptomicina, la neomicina, la kanamicina, la gentamicina, la amikacina y la tobramicina.
Estos antibióticos son efectivos contra una amplia variedad de bacterias, incluyendo algunas de las causantes de enfermedades respiratorias, infecciones de la piel, infecciones del tracto urinario y sepsis.
Sin embargo, los aminoglucósidos tienen una serie de efectos secundarios y consideraciones importantes. Uno de los principales riesgos es la toxicidad renal y ototóxica, que puede provocar daño en los riñones y en los oídos respectivamente. Además, pueden ser menos efectivos en infecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos o a aquellos que no penetran adecuadamente en ciertos tejidos.
Estos medicamentos generalmente se administran por vía intravenosa o intramuscular, ya que no se absorben efectivamente a través del tracto gastrointestinal para su uso oral. Asimismo, requieren de monitoreo regular de los niveles en sangre para optimizar la dosis y evitar efectos tóxicos.
En resumen, los aminoglucósidos son un grupo de antibióticos potentes utilizados para tratar infecciones bacterianas graves. Sin embargo, su uso debe ser cuidadosamente controlado y monitoreado debido a sus posibles efectos secundarios, como la toxicidad renal y ototóxica.
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