Los Castrexos fueron un pueblo celta que habitaba en el noroeste de la Península Ibérica, en la región que hoy en día corresponde a Galicia (España) y el norte de Portugal. Se les conoce principalmente por los asentamientos fortificados que construían, conocidos como castros.
Los castros eran pequeñas ciudades fortificadas, construidas en zonas elevadas y de difícil acceso, con muros de piedra y fosos para protegerse de posibles ataques. En su interior, los castrexos construían viviendas circulares de piedra y cubiertas con paja, así como espacios destinados a la actividad agrícola y ganadera.
La sociedad castrexa estaba organizada en clanes o tribus, liderados por un jefe o caudillo. Eran un pueblo dedicado principalmente a la agricultura y la ganadería, aunque también practicaban la metalurgia y el comercio.
Los castrexos desarrollaron una religión animista, en la que creían en la existencia de espíritus en la naturaleza y realizaban rituales y ceremonias para venerar a sus dioses. También se ha encontrado evidencia de que practicaban sacrificios humanos en ciertas ocasiones.
La cultura castrexa tuvo su apogeo entre los siglos VI a.C. y I d.C., antes de la llegada de los romanos a la Península Ibérica. A partir de ese momento, los castrexos fueron absorbidos por la cultura romana y su forma de vida fue desapareciendo gradualmente. Aún así, sus vestigios arqueológicos siguen siendo una parte importante del patrimonio cultural de Galicia y del norte de Portugal.
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